Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

JUSTICIA POÉTICA

Gran Premio de Portugal del 1984: Niki Lauda campeón con McLaren por medio punto

Con el fallecimiento del extraordinario Niki Lauda, el 21 de mayo del 2019 se añade a las varias fechas de este mes que están unidas para siempre a la memoria de grandes leyendas del automovilismo. Por mi parte, quiero recordar a Lauda con este texto, incluido en 'Más allá de la línea roja', en el que relato como viví en directo el Gran Premio de Portugal del 1984. Una carrera en la que el piloto austriaco consiguió su tercer título mundial mezclando esa calculadora frialdad que le valió el sobrenombre de 'la computadora', con la determinación que le llevó desde debutar en montaña con un modesto Mini a ser piloto de Fórmula 1, con el talento que devolvió la gloria a Ferrari, con la fuerza de voluntad que le hizo retornar del infierno verde al templo de Monza en tiempo record y con el valor que demostró incluso más que nunca cuando reconoció tener miedo bajo aquel terrible aguacero a los pies del Monte Fuji.

Justo un mes después de aquel Príncipe que todos recordamos como el de los Ferraris (¡aunque lo ganó un Opel!), el otoño de 1984 me tenía deparada otra cita muy especial con el deporte del motor. La Fórmula 1 volvía a la península ibérica tres años después de su última visita al Jarama, justamente la carrera que había sido mi primer contacto directo con el extraordinario espectáculo del Gran Circo. Así que en cuanto supimos que la temporada del 84 iba a concluir con el Gran Premio de Portugal, en Estoril, empezamos a buscar el modo de ir.

Finalmente, nos apuntamos a una excursión organizada por una cafetería de la zona de El Llano. Se llamaba ANVI y el hijo de su propietario era otro quemado de las carreras como nosotros. Aunque en aquellos años éramos pocos los aficionados a la Fórmula 1 en Asturias, al menos ya había algunos más aparte del reducido grupo del Mesón Castilla, uno de cuyos integrantes, Javier Aller, era también de la partida en esta nueva aventura. Pese a que llegamos a dudar de la viabilidad del proyecto, para nuestra sorpresa, el autocar se llenaba y el viernes por la mañana, bien temprano, emprendíamos el largo viaje por carretera desde Gijón a Estoril, que se nos hacía más llevadero charlando de coches con unos y otros.

El principal tema de conversación giraba en torno a cuál sería el desenlace de aquel mundial a cuya última y definitiva etapa íbamos a asistir en directo. Se lo jugaban a una sola carta los dos pilotos de McLaren, Niki Lauda y Alain Prost. Al volante de los McLaren MP4/2 equipados con el motor TAG-Porsche turbo, habían dominado por completo la temporada. De las quince carreras celebradas hasta la fecha, habían ganado en once, con seis victorias para el francés y cinco para el austriaco. Pero el veterano Niki había resultado más constante y llegaba a Estoril por delante en la tabla, con tres puntos y medio de ventaja. Una diferencia mínima pero que le permitiría ser campeón, por el exiguo margen de medio punto, si terminaba en la segunda plaza aunque su compañero sumase una nueva victoria.

Entre los componentes de la excursión había más partidarios de Prost que de Lauda. Pero tanto Javier como yo apostábamos por el austriaco, no sé si más por romanticismo y deseo que por otra cosa. Aunque sólo fuera porque Niki había puesto todo su empeño desde el principio en el proyecto del motor TAG-Porsche, ya nos parecía que debía ser quien recogiera su primer fruto en forma de título. Y, además, las cosas como son, alguien que había estado a punto de perder la vida en un Fórmula 1, y que había retornado a las carreras con el coraje que el austriaco lo había hecho en el 76, se merecía una especie de reparación a aquel título que se acabó escapando bajo el horrible aguacero de Fuji. Que consiguiese su tercer mundial al volante de un McLaren, la escudería del piloto que se lo arrebató aquel año, James Hunt, era pura justicia poética. Sin embargo, todo parecía estar en contra de Lauda cuando se completaban los entrenamientos cronometrados y su nombre aparecía en una retrasada undécima posición mientras el de su rival por el campeonato, Prost, completaba la primera fila junto al habitual poleman de aquel año, Nelson Piquet, siempre rapidísimo el sábado con la versión especial del extraordinariamente potente motor Turbo de BMW.

Peor aún se le ponían las cosas a Lauda en la salida. Dudaba en la arrancada, era engullido por el pelotón, y cuando pasaba por delante de nuestra posición en el circuito, más o menos hacia mitad de vuelta, era decimotercero o decimocuarto mientras Prost ocupaba la tercera plaza, delante del Brabham de Piquet pero por detrás del Lotus de Mansell y el Williams de Rosberg, que habían sido los más rápidos en los primeros metros. ¡Con esas posiciones, el campeón sería Prost por medio punto! Una ventaja que aumentaba la siguiente vez que veíamos al francés. Ya era segundo después de rebasar al británico de Lotus. Y ocho vueltas más tarde era el McLaren rojo y blanco con el número 7 el que aparecía primero por la derecha en la que comenzaba nuestro campo de visión de la parte central del circuito. La situación empeoraba todavía más para Lauda, sólo la segunda plaza le valía para conservar su ventaja en la general del campeonato.

Pero el austriaco no se impacientaba. Estaba acostumbrado aquel año a remontar en carrera después de no haber brillado en exceso en entrenamientos. A medida que avanzaba la prueba, Lauda recuperaba posiciones poco a poco. Cada pocas vueltas ascendía una casilla en el cuentavueltas que llevábamos de forma manual, apuntando los números de cada coche en la cuadrícula del giro correspondiente según pasaban por delante de nosotros. A mitad de carrera, su número 8 ya estaba en la tercera línea del gráfico, precedido sólo por el 7 de Prost y el 12 de Mansell.

Mientras yo llevaba el control de las posiciones Javier se encargaba de ir picando tiempos para comprobar que, en efecto, el McLaren del austriaco estaba rodando más rápido que el Lotus que le precedía. El milagro de acabar segundo aún era posible, aunque estaba muy complicado. Mansell iba más de medio minuto por delante y quedaban apenas una treintena de vueltas. Lauda necesitaba recuperar más de un segundo en cada giro y no lo estaba consiguiendo. Pero entonces empezaba a descender la diferencia entre segundo y tercero. Lo apreciábamos a simple vista y nos lo confirmaba el crono de Javier. Mansell perdía ritmo y terreno. Tenía algún problema. Por una vez este aficionado de Lotus deseaba que el monoplaza negro y oro fallase.

A veinte vueltas del final ya veíamos al McLaren casi pegado a la estela del 95T, que se movía alarmantemente en la siguiente frenada. Ese era el problema, ¡Mansell se estaba quedando sin frenos! La persecución llegaba a su fin. Dos giros más tarde recibíamos alborozados la visión del MP4/2 de Lauda por delante. Ya era segundo, el título iba a ser suyo si se mantenían las posiciones en las 18 vueltas restantes. Y, en efecto, así era. Ya no habría más cambios. Prost ganaba con total autoridad pero el veterano campeón terminaba tras él y lograba su tercer título mundial después de una remontada extraordinaria, reflejada en la escalada del número 8 por la página de mi programa de mano. Una trayectoria ascendente que le había llevado de la decimotercera casilla en la columna de la primera vuelta a la segunda en la de la última. ¡Niki Lauda era tricampeón del mundo de Fórmula 1 y lo habíamos visto lograrlo en directo!

Resumen del Gran Premio de Portugal del 1984