El rallye Rías Altas Histórico recuperaba este año su habitual posición como cita de cierre de la temporada. Una circunstancia siempre bienvenida porque la prueba gallega suele atraer una participación muy notable y eso deja buen sabor de boca para cerrar la campaña en un certamen al que en varias de sus pruebas le cuesta reunir listas de inscritos de suficiente entidad. Algo que no es problema en la competición coruñesa, como bien se demostraba una vez más este año al rozar el límite previsto de noventa equipos en la línea de salida, siendo además cerca de setenta correspondientes a las diferentes categorías de velocidad que son las que más animan a los espectadores a acudir a los tramos.
Cuatro pilotos, Rafa Díaz, Orlando Méndez, Miguel Otegui y Antonio Sainz, llegaban clasificados por ese orden al Rías Altas en la categoría 'pre90'. Todos conservaban opciones de conseguir el título lo que convertía en muy numerosas las combinaciones de resultados que se podían dar entre ellos para acabar de resolver el campeonato.
Un análisis meramente estadístico de las mismas otorgaba al líder de la clasificación, la mayor probabilidad de adjudicarse el triunfo final mientras que deparaba un porcentaje decreciente de opciones a los que le seguían en la tabla, con las menores siendo las correspondientes a los que ocupaban el tercer y el cuarto puesto.
Sin embargo, como suele ocurrir en muchas ocasiones, los fríos números eran engañosos. Fiarse de esas probabilidades suponía caer en el error de considerar iguales todos los casos posibles cuando, en realidad, eso no era cierto en absoluto. Por mucho que dijeran las matemáticas, las diferencias mecánicas y de experiencia entre los contendientes no otorgaban el mismo peso a cada combinación de resultados. El BMW de Rafa Díaz estaba lejos en prestaciones de los vehículos de sus tres rivales y, entre estos, Orlando Méndez, debutante este año en el nacional, no iba a tener el ritmo de los otros contendientes, mucho más curtidos en estas lides.
Todo ello convertía en previsible que el título se lo acabaran jugando los dos que, teniendo en cuenta la puntuación acumulada hasta la fecha, contaban con menos opciones según las estadísticas, Otegui y Sainz. Es más, entre todas las combinaciones que se podían producir había una que, a la vista de la lista de inscritos y con la lógica de lo ocurrido en las anteriores pruebas de la temporada como argumento, se presentaba como la más esperable: victoria del madrileño del Subaru Legacy por delante del vasco del Ford Sierra. Un resultado que permitiría a Otegui proclamarse campeón sin haber ganado en toda la temporada aunque Sainz consiguiese su tercera victoria del año.
Que justamente eso fuese lo que acababa ocurriendo después de las dos jornadas de competición en los clásicos tramos de Doroña, Monfero, Irixoa y Aranga, era una nueva demostración de que los números no lo cuentan todo, especialmente en un deporte con tantas variables en juego como es el del motor.
Si en 'pre90' el resultado final era el que se podía esperar, en 'pre81' ocurría todo lo contrario pese a que, de entrada, todo parecía apuntar a que se cumplirían los pronósticos que daban como máximos favoritos a Xesús Ferreiro y Javi Anido con su Ford Escort MKII. Cierto es que el año pasado fueron superados por Pablo Pazó y Ezequiel Salgueiro con su Talbot Sunbeam Lotus, pero en esta ocasión la presencia de otra unidad del modelo con el que el inolvidable Henri Toivonen logró su primer triunfo en el mundial de rallyes no pasó de testimonial ya que el precioso coche con el que partían 'Rantur' y Santiago Vallejo apenas si recorría unos metros de la especial que abría la prueba.
Sin embargo, también fallaba algo más tarde la mecánica del habitualmente fiable MKII de Ferreiro, que cedía antes de completarse la primera etapa y apartaba de la competición al de Melide y su copiloto después de ser los más rápidos en las tres primeras especiales y cuando todo apuntaba a que lograrían su quinto triunfo en la prueba.
Su retirada dejaba en cabeza al otro dúo gallego de un Escort que contaba con un Rías Altas en su palmarés, el formado por Fran López y David Peña. De nuevo, los pronósticos estaban claros, una vez en cabeza los del MKI iban a ganar con claridad. Pero el lucense y el ferrolano no querían ganar 'sólo' entre los competidores con vehículos anteriores al 1981. Sus miras estaban puestas en la más prestigiosa victoria absoluta por delante de los mejores de la categoría en la que compiten los coches nacidos en la siguiente década, la pre90.
A falta del último bucle de dos especiales lo estaban consiguiendo aunque por poco. A menos de cinco segundos les seguía, amenazador, el Subaru Legacy de Antonio Sainz y David de la Puente. Así que Fran y David salían al segundo paso por el siempre complicado Irixoa decididos a mantenerse por delante. Desafortunadamente, su esfuerzo no tenía recompensa y una salida de carretera les dejaba fuera de combate con la cruel ironía, además, de que no habrían necesitado arriesgar en exceso para batir a sus rivales ya que un problema en la suspensión del Subaru hacía perder una buena cantidad de segundos al madrileño y su copiloto asturiano.
El resultado de todo ello era, en lo que a la categoría pre81 se refiere, el sorprendente desenlace que acababa deparando el rallye coruñés. Un final absolutamente inesperado incluso en las más optimistas previsiones de sus protagonistas, Enrique Vázquez y Dani González, ganadores con un evocador Opel Kadett pintado con los clásicos colores amarillo y negro de las unidades oficiales con las que saltó a la fama a finales de los setenta el extraordinario Walter Rörhl.
Un par de días antes del rallye, Enrique se encontraba con que su copiloto habitual no podía tomar la salida y, a través de amigos comunes, encontraba como sustituto de última hora a Dani, que compite en la Copa Suzuki haciendo equipo con José Martínez. Sin tiempo para conocerse apenas, ambos empezaban el rallye tratando de adaptarse, el copiloto a las sensaciones de un 'trasera' y a las notas, el piloto al modo en que estas le llegaban. En esas condiciones pensar en ganar era una quimera, más allá de que aspirar a batirse con los más experimentados equipos de los Escort estuviera también fuera de lo previsto.
De todas formas, poco a poco iban progresando en sus cronos mientras mantenía a raya al resto de competidores en la categoría, encabezados por el Porsche 911 de los campeones de la misma, Joan Riberas y Álvaro Menéndez. Finalmente, la desventura sufrida por Fran López y Miguel Peña en la penúltima especial les otorgaba el liderato con medio minuto de margen, diferencia que casi se triplicaba en el paso final por Aranga al renquear el seis cilindros plano del coche de sus perseguidores.
Finalmente, la victoria era suya. El triunfo totalmente inesperado de un piloto modesto que compite sólo ocasionalmente y que nunca había ganado un rallye, acompañado de un copiloto al que ni siquiera conocía dos días antes de iniciarse la competición. ¡Menuda sorpresa!
El retorno de Manuel Senra al Rías Altas con su siempre admirado Peugeot 306 Maxi estaba acompañado esta vez por la participación de su hijo, Víctor, al volante nada más y nada menos que de un Ford Focus WRC. La presencia del coche mundialista era, de por sí, todo un reclamo para el rallye. Y, una vez incluido en la tabla de los Youngtimers aunque inicialmente aparecía encuadrado en la exhibición de los Legend, era evidente que suyos iban a ser los mejores cronos, no sólo de la categoría si no, también, absolutos.
Así era durante la jornada del viernes pero una penalización y algún que otro problema con la compleja mecánica del coche 'mundialista' acababa por aconsejar su retirada para el sábado. El relevo lo acababa tomando su padre, ganador tras un muy entretenido duelo de veteranos eternamente jóvenes ante Fernando Rico, que exprimía al máximo su BMW, con el que lideraba al final del viernes y llegaba al último tramo sólo dos décimas por detrás. Finalmente, 'Tarolo' acababa imponiéndose por algo menos de tres segundos con el siempre fiero 'kit car' de la marca del león.
La 'venganza' para los coches bávaros sobre los franceses llegaba en 'Classic', con doblete de los 325i. Primero concluía el E30 de Javier Pintor y Belén Veiga, segundo el E36 de Adrián Rodríguez y Fabián Medín, ambos por delante del Peugeot 205 de José Luis Cotelo y Diego Mourente. Además, otro BMW, el mucho más veterano 1502 de Imanol Goiriena y Xavier Diéguez, terminaba sexto, a ritmo tranquilo pero suficiente para cumplir el objetivo de su piloto, adjudicarse el Trofeo de España 'Classic'.
Con los títulos de las dos categorías ya decididos en Pravia, la participación se resentía en la prueba final de la temporada tanto en 'Regularidad Sport', que reunía a doce participantes, de los que sólo cinco eran de los que han sido asiduos al campeonato esta temporada, como, sobre todo, en 'Regularidad', con ocho inscritos repartidos al cincuenta por ciento entre habituales y locales.
En 'Sport', la presencia de los ya bicampeones, Asier Santamaría y Roberto Rentería, daba aún más realce al largamente perseguido triunfo que acababan logrando Santiago Campos y Javier Alonso. El equipo asturiano, habitual del podio en las últimas temporadas con su tan bonito como delicado a nivel mecánico Lancia 'Deltona', vencía del modo que probablemente resulta más satisfactorio cuando se logra y más sufrido mientras se está en proceso de hacerlo, por la mínima. Tras concluir la jornada del viernes con cinco puntos de ventaja sobre Asier y Roberto, Santiago y Javier veían como la diferencia se iba reduciendo poco hasta quedar prácticamente en nada, en esa minúscula y solitaria décima que era suficiente para darles la gran alegría de subir, por fin, a lo más alto del podio.
Una sensación que, en cambio, ya conocían los vencedores en 'Regularidad', Dario García y José Ramón Castillón aunque nunca la habían disfrutado juntos. El madrileño había conseguido en el Rías Altas del año pasado la que era hasta el momento su única victoria en el nacional. El aragonés sabía lo que era vencer como piloto pero no lo había logrado aún como copiloto. Aunque inicialmente eran cuartos, iban afinando más y más a medida que avanzaba la prueba, su BMW funcionaba con tanta precisión como los instrumentos de medición con los que calculaban los tiempos y las distancias, no cometían errores y terminaban por imponerse en la cita final del año.
Así que después de todo, tanto para el campeonato en general, por el buen sabor que deja siempre la prueba gallega,, como para Darío, José Ramón, Santiago y Javier, el Rías Altas era el mejor modo acabar la temporada.
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