Daniel Ceán-Bermúdez
@daniel_cean

UNA OBRA DE ARTE

Campeonatos de Europa de Atletismo: Final masculina de 1500 metros.

"Le turbaba saber que un esfuerzo mediocre pudiera ganar una carrera mientras que uno magnífico pudiera perderla. Que ganar una carrera no tuviera necesariamente que pedirle dar todo lo que tenía, desde la salida hasta la llegada. Él nunca quería correr de otra manera que no fuera esa. Intenté convencerlo, Dios sabe que lo intenté. Pero él era obstinado, insistía en mantenerse a si mismo a un nivel mayor que la victoria. 'Una carrera era una obra de arte', eso es lo que él decía, en lo que creía".

El párrafo que abre este texto pertenece al emotivo discurso recitado, mientras interpreta el papel de Bill Bowerman, por el siempre extraordinario Donald Sutherland en los minutos finales de 'Whitout limits' (Sin límites), la película estrenada en el 1998 sobre la vida del malogrado atleta estadounidense Steve Prefontaine.

Viendo ayer la final masculina de los 1500 metros en los Campeonatos de Europa de Atletismo que se están celebrando en Múnich pensé en esas palabras que describen el estilo de correr que le gustaba al muy recordado 'Pre'. Estilo que encarnó a la perfección Jacob Ingebrigtsen para lograr una victoria que el noruego deseaba lograr. Que, sobre todo, quería conseguir como lo hizo, sin escatimar esfuerzos, sin dar opción alguna a que ninguno de sus rivales pudiera batirle.

Apenas un mes antes, en Eugene, la tierra de Prefontaine, el prodigioso atleta noruego había terminado enfadado consigo mismo por el inesperado desenlace de la final de 1500 de los Campeonatos del Mundo. Había perdido ante un atleta peor que él, dijo con gesto fruncido. Comentario que puede ser calificado de arrogante pero que, indudablemente, resultaba sincero. Era lo que pensaba. Se sabía mejor que el magnífico Wightman pero el británico le había ganado en los últimos metros. Perder así le dolía. Era una derrota fruto, tal vez, de un exceso de confianza. De pensar que le bastaría con atacar al final para dejar atrás a todos sus rivales.

Por eso en su siguiente final de la distancia no estaba dispuesto a repetir el mismo error. Por eso, en Múnich, en lugar de salir sin prisa y esperar en la cola del grupo como acostumbra, como había hecho en Eugene, 'rodando' tranquilo, apenas tardó doscientos metros en ponerse en cabeza y marcar un ritmo que castigara a todo aquel que tuviera esperanzas de ganarle.

Impasible, imperturbable, sin un pelo fuera de su sitio en su pulcro peinado, Jacob completó recién cumplidos los 42 segundos de carrera el primer paso por meta, el del 300, alcanzó el primer cuatrocientos en poco más de 56 y apenas si aflojó mínimamente para cubrir el ochocientos en 1'54" y el mil en 2'23".

A esas alturas, tras el noruego había ya una larga y estirada fila de corredores en lugar del habitual y abigarrado grupo propio de las finales, de esas carrera que se suelen correr como a 'Pre' no le gustaba, ahorrando esfuerzos en lugar de darlo todo desde el primer metro.

De ahí al final sería todo más de lo mismo. Delante Ingebrigtsen, detrás el resto. Nadie iba a poder superarle. Ninguno iba a ser, siquiera, capaz de intentarlo. Con el más fuerte corriendo en cabeza sin escatimar lo más mínimo los demás no tienen opción. No hay táctica ni estrategia que valga. Uno a uno se fueron descolgando hasta que, al toque de campana que daba paso a la última vuelta, sólo cuatro lo seguían de cerca. O, más bien, todo lo cerca que su valor y sus fuerzas les permitían. Eran García Romo, Arese, Heyward y Rozmys. Pero ni el español, de correr tan elegante como inteligente, ni el italiano, con toda la osadía de su juventud, ni el británico, con el peso de la tradición empujando, ni el polaco, de poderoso final, tenían respuesta para el definitivo cambio de ritmo del noruego.

Corriendo cada uno de los dos últimos doscientos en menos de los catorce segundos y pico para cada doble hectómetro con los que venía torturándolos desde hacía ochocientos metros, Jacob Ingebrigtsen se quedaba, por fin, sólo en cabeza para encarar en solitario la recta final y ganar como a 'Pre' le gustaba, dándolo todo desde el primer al último metro, convirtiendo la carrera en una obra de arte.


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