El Gran Premio de España retornaba en el 1979 a su más clásica fecha del mes de abril, recuperando su posición como primera cita en Europa del Campeonato del Mundo de Fórmula 1. Antes de la prueba del Jarama se habían celebrado las ya habituales cuatro competiciones de Argentina, Brasil, Sudáfrica y la costa oeste de Estados Unidos.
En las dos carreras sudamericanas el máximo protagonismo había sido para Ligier. La escuadra francesa había cambiado el melodioso pero ya algo desfasado motor Matra V12 por el ronco pero todavía más que vigente Ford Cosworth V8, se había reforzado fichando al muy experimentado Patrick Depailler para acompañar a su piloto de siempre, Jacques Laffite, y contaba además con un magnífico chasis. Se trataba del muy equilbrado JS11, con el que su ingeniero jefe, Gerard Ducarouge, había logrado la mejor de las muchas interpretaciones del 'coche ala' puesto de moda por Lotus que poblaban la Fórmula 1 ese año. A sus mandos, Laffite se había impuesto con claridad en Buenos Aires y en Interlagos, donde Depailler había completado un espectacular doblete de los coches azules.
En Kyalami y Long Beach, en cambio, el color dominante había sido el rojo, con sendos dobletes para el poco estético pero muy efectivo Ferrari 312T4. En ambas ocasiones el primero en pasar bajo la bandera a cuadros había sido Gilles Villeneuve, mientras que su nuevo compañero de equipo, Jody Scheckter, se había tenido que conformar con la segunda posición. Una sorpresa, en cierto modo, ya que lo habían fichado para liderar la 'Scuderia', ocupando el puesto que hasta entonces tenía Carlos Reutemann, que se había ido a Lotus.
Precisamente, el equipo campeón del año anterior era la gran decepción de ese inicio de temporada. Al modelo 79 parecía haberle sentado mal el cambio de colores, pasando del negro y oro de John Player Special al clásico verde británico adornado por las bandas rojas y azules de su nuevo patrocinador principal, Martini. El monoplaza que con tanta claridad había dominado la campaña anterior se veía ahora claramente superado por los que se habían inspirado en sus formas. En todo caso, Colin Chapman esperaba recuperar la iniciativa con su siguiente y todavía más atrevida creación, el Lotus 80. Andretti lo haría debutar en el Jarama, donde también competirían por primera vez dos monoplazas que acabarían teniendo mucho más éxito, el Williams FW07 y el Renault RS010 con motor biturbo.
Los primeros pasos de todos ellos en el trazado madrileño se producirían en los entrenamientos libres del viernes por la mañana, de acuerdo al nuevo programa previsto para los Grandes Premios, que reducía los oficiales a dos sesiones, las segundas de cada día previo a la carrera. De entrada, los más rápidos eran los Ferrari, con Villeneuve rebajando en segundo y medio los tiempos conseguidos el año anterior por los Lotus. Registros que entonces eran inalcanzables para el resto y ahora batían tanto los 312T4 fabricados en Maranello como los Ligier, los dos modelos de Lotus y hasta los Brabham de motor Alfa Romeo. Una enorme mejoría, debida tanto al mayor aprovechamiento del efecto suelo por parte de los equipos como al progreso en los neumáticos, incentivado por la lucha entre Michelin, que equipaba a los monoplazas italianos (y a los Renault) y Goodyear, que concentraba su mejor material en las escuadras con más opciones al triunfo. De hecho, la marca estadounidense reaccionaba el sábado proporcionando gomas más blandas a los Ligier con el resultado de que Laffite se adjuficaba la 'pole position' y su compañero, Depailler, le seguía en la tabla lo que aseguraba una primera línea de parrilla totalmente azul.
En la segunda, Villeneuve era acompañado por Andretti, que también había aprovechado los Goodyear 'especiales' para conseguir un prometedor cuarto puesto con el Lotus 80, cuyas futuristas formas lo eran ya algo menos. Chapman no había tenido más remedio que añadirle aletines delanteros y alerón trasera pese a su inicial intención de no necesitarlos gracias a la mayor extensión de sus 'faldillas' laterales. En teoría garantizarían más 'efecto suelo', en la práctica no llegaban a producir el suficiente.
El domingo, la carrera arrancaba a las cuatro de la tarde con buena entrada, cielo algo cubierto y un frío viento del norte procedente de la cercana sierra, contra el que luchaba el sol cuando encontraba algún hueco entre las nubes. Nada más apagarse la luz roja, Depailler reaccionaba con rapidez al tiempo que se encendía la verde y le ganaba la partida a Laffite en el duelo entre los Ligier por encabezar el pelotón. Una pelea en la que parecía inmiscuirse Andretti hasta que el limitador de revoluciones de su motor le jugaba una mala pasada. El Lotus 80 perdía impulso y era superado tanto por el Ferrari de Villeneuve como por el Lotus 79 de Reutemann. El argentino rebasaba poco después al canadiense que, fiel a su estilo, no se resignaba. Al inicio de la cuarta vuelta apuraba al máximo la frenada de final de recta pero su intento de adelantamiento terminaba en un monumental trompo que le costaba cuatro posiciones. Enrabietado, Gilles, que rodaba ahora octavo tras el Brabham de Nelson Piquet, intentaba rebasar al brasileño un giro después en el mismo sitio y la maniobra terminaba con idéntico resultado. La segunda pirueta mandaba al Ferrari a la decimotercera posición, desde la que remontaría con furia a lo largo del resto de la carrera, marcando la vuelta más rápida cerca del final después de detenerse a montar gomas más blandas. Esfuerzo infructuoso, ya que tendría que conformarse con acabar séptimo, sin poder añadir ningún punto a los veinte sumados hasta entonces con los que encabezaba la clasificación del mundial.
Con el líder del campeonato ocupando una posición retrasada y los dos Ligier escapándose con claridad del resto del grupo, se podía pensar que el equipo francés jugaría la carta de Laffite, segundo a sólo dos puntos en la general del certamen y con siete más que Depailler. Pero desde el muro de 'boxes' no llegaba orden alguna. Así que 'Jacquot' presionaba todo lo que podía a su compañero, convertido en máximo rival, que resistía sin cometer errores. Finalmente el que fallaba era Laffite. Erraba en una reducción, se dañaba el motor y no tenía más remedio que abandonar.
Ya sin nadie que le inquietase, Depailler se podía permitir bajar el ritmo para sumar su segunda victoria, primera del año, y empatar con Villeneuve al frente del campeonato. A más de veinte segundos terminaba Reutemann, un año más resignado a su suerte en el Jarama, sin opción de alcanzar al primero y sin nadie que le amenazara en exceso por detrás.
Mientras que las dos primeras posiciones se definían pronto, la tercera ofrecería más variaciones. Durante buena parte de la carrera la ocupaba Scheckter, pero los Michelin de su Ferrari perdían eficacia y no podía evitar verse superado por Lauda. El austriaco había pasado a Andretti, cuando este cedía terreno tras doblar un aletín delantero de su Lotus 80 al doblar a un rezagado, pero apenas si duraba una vuelta más en carrera debido a una fuga de agua que cocía el propulsor Alfa Romeo de su Brabham. Finalmente, el italoamericano, que también había rebasado a Scheckter, era quien concluía tercero, con la agridulce sensación de lograr un puesto de podio en el debut del nuevo monoplaza pero conseguirlo terminando por detrás del modelo anterior piloto por su compañero de equipo. Muchas mejores sensaciones dejaba otro coche de estreno aunque no terminaba la carrera. Era el Williams FW07, con el que Alan Jones no tenía opción a puntuar debido a dos pinchazos, pero hacia rodar a ritmo más rápido que el ganador hasta que se averiaba la caja de cambios a poco más de veinte vueltas para el final.
A efectos del campeonato, el resultado del Jarama acabaría siendo engañoso. Los Ligier, que tan dominantes se habían mostrado en la prueba española, no volverían a ganar. Depailler se perdería toda la segunda mitad de la temporada a causa de las fracturas sufridas en un accidente pilotando un ala delta y Laffite no sumaría ninguna victoria más a las dos con las que había abierto la temporada. Los Lotus apenas si volverían a puntuar, con un tercer puesto de Reutemann en Mónaco a bordo del 79 como resultado más positivo mientras Andretti se convencería pronto de que el 80 nunca iba a ser competitivo. En cambio, Ferrari retomaría de inmediato la senda del triunfo con dos victorias consecutivas de Scheckter que lo situarían al frente de la clasificación tras completarse la primera mitad de la temporada. Aunque la segunda sería dominada por los Williams que tan veloces se habían mostrado ya en su debut en la pista madrileña, la regularidad del sudafricano le permitiría mantener el liderato durante el verano. Lo confirmaría definitivamente a principios de septiembre encabezando en Monza un aclamado doblete de los 312T4, con Villeneuve ejerciendo de fiel escudero mientras renunciaba a sus propias opciones para que el título quedara decidido en el Gran Premio de Italia a favor de su compañero de Ferrari.