Este texto va a decepcionar a los que al leer su título hayáis gritado ¡sacrilegio! Tranquilos. No he tenido el atrevimiento de comparar a Lando Norris con Gilles Villeneuve. En ese sentido realmente quien más me ha recordado al inolvidable pequeño canadiense durante este largo, a veces extraño y finalmente mucho más interesante de lo que por momentos pudiese parecer Campeonato del Mundo de Fórmula 1 del 2025 no ha sido su campeón. Ese papel, bastante ingrato por cierto, lo ha interpretado Charles Leclerc en el más puro estilo del Villeneuve del 1980. Como Gilles entonces el monegasco se ha mostrado inasequible al desaliento, dando siempre el máximo para tratar de compensar a base de arrojo las carencias de un Ferrari mientras su más laureado compañero de equipo (de aquella Jody Scheckter, ahora Lewis Hamilton) tiraba la toalla y deambulaba en demasiadas ocasiones por partes poco nobles de la clasificación.
El Villeneuve con quien comparo a Norris es Jacques. Concretamente su versión del 1997 cuando se proclamó Campeón del Mundo por delante de Michael Schumacher. Veintiocho años después no diría que se ha repetido la historia porque eso rara vez ocurre por mucho que nos empeñemos en buscar paralelismos a hechos que suceden en diferentes momentos. Pero indudablemente aquel y este campeonato se han acabado rigiendo por un guion muy similar y han terminado por tener un desenlace en cierto modo comparable. En el 1997 el Williams FW19 equipado con el motor Renault V10 que pilotaba el hijo de Gilles fue el monoplaza más competitivo en el conjunto de la temporada y sólo el extraordinario talento del piloto alemán le permitió plantarle cara hasta la última carrera al volante del veloz pero no tan eficaz Ferrari F310B. Todos consideraban mejor piloto a Michael Schumacher pero Jacques Villeneuve supo aprovechar la gran oportunidad que siempre supone tener un coche ganador para lograr el título que con tanto ahínco había perseguido su padre. Lo hizo alternando éxitos con prestaciones mucho menos brillantes ni más ni menos que como ha conseguido ganar en el 2025 Lando Norris. Armado con el que indudablemente ha sido el mejor monoplaza de la temporada, el McLaren MCL39 Mercedes, el joven británico ha sabido aprovechar la rapidez de su máquina y también sobreponerse a sus errores, a sus dudas y a un compañero de equipo como mínimo tan veloz y ambicioso como él aunque a la postre mucho menos consistente: Óscar Piastri. Y sobre todo Norris ha conseguido resistir la remontada final del unánimemente considerado como principal referente en lo que a piloto de Fórmula 1 actual se refiere: Max Verstappen.
El campeón de las cuatro últimas temporadas parecía derrotado a mitad de año, lastrado por un Red Bull Honda que en su versión RB21 había perdido definitivamente la ventaja que había convertido en imbatible hasta mediados de la campaña pasada al dúo formado por la máquina británica y el piloto de los Países Bajos. Sin embargo la evolución experimentada tras el verano por el monoplaza producido en Milton Keynes permitió a Verstappen volver a la pelea y hacerlo de tal modo que la resolución del campeonato ha tenido que esperar hasta la última carrera. Que finalmente a Max le hayan faltado sólo dos puntos para culminar su asalto al primer puesto de la tabla cuando había llegado a estar a más de un centenar del liderato es toda una demostración de su talento y también un desenlace de lo más irónico. Porque unos cuantos más de ese par de puntos se los dejó el de Red Bull en Montmeló cuando perdió el control de sus nervios de acero y acometió absurdamente contra el Mercedes de Russell en una de esas maniobras impropias de un gran campeón por mucho que también Senna o Schumacher incurrieran en ellas en alguna que otra ocasión.
Curiosamente comportamientos de ese tipo se podrían esperar de alguien con nombre de contrabandista estelar y apellido de actor cuya popularidad se basó en interpretar papeles de tipo duro. Sin embargo Lando Norris no tiene nada del Carlissian de la más famosa saga galáctica con quien comparte nombre ni del Chuck de igual apellido protagonista de multitud de películas de acción. Más bien resulta todo lo contrario a un tipo despiadado y con inclinación a resolver los conflictos por la fuerza. El joven británico destaca por su carácter jovial, sus buenos modales y su espíritu autocrítico, característica esta última muy alejada de la arrogancia que en muchas ocasiones distingue a los grandes campeones, tan convencidos de su indudable talento como para no ser capaces de reconocer el más mínimo error. Que aún así Norris haya conseguido acabar imponiéndose en un mundo tan inmisericorde como es el de la Fórmula 1 no deja de añadir mérito adicional a su triunfo al término de una temporada del 2025 en la que, como Jacques Villeneuve en el 1997, ha sabido aprovechar las bondades de su montura para batir al que todos consideran el mejor.
Por todo lo anterior me parece injusto que se quiera quitar valor al triunfo de Norris. Diría además que hacerlo demuestra un muy notable desconocimiento de lo que es la Fórmula 1 en particular y cualquier deporte del motor en general. Especialidades en las que la influencia de la máquina es enorme. Para bien y para mal además como los ya setenta y cinco años de historia del Campeonato del Mundo de Pilotos se ha encargado de demostrar en un buen número de ocasiones. Temporadas en las que acabó ganando quien no se esperaba por delante de quien todos consideraban el mejor pero terminó perdiendo por diferentes factores. Al respecto la lista es larga y llena de ejemplos. Porque evidentemente si los fabulosos Lotus pilotados por Jim Clark no hubiesen resultado tan frágiles John Surtees nunca habría ganado el título en el 1964 con el Ferrari para convertirse en el único campeón del mundo en dos y cuatro ruedas ni Dennis Hulme habría vencido en el 1967 con el rústico pero robusto Brabham. Si el destino no hubiese sido tan cruel con Gilles Villeneuve y Didier Pironi en el triste y anómalo 1982 cualquier de los dos pilotos de los Ferrari 126C Turbo habría ganado aquel año en lugar de Keke Rosberg con el mucho menos potente Williams FW08 Cosworth atmosférico. Si el motor del Mercedes F1 W07 de Lewis Hamilton no hubiese reventado en el Gran Premio de Malasia del 2016 Nico Rosberg no se habría unido a su padre en el palmarés de la máxima categoría del automovilismo mundial. Y más allá de problemas mecánicos o desgraciados accidentes nadie duda que Stirling Moss era mejor que Mike Hawthorn pero fue el piloto de Ferrari el que se anotó el título del 1958 en lugar del más grande campeón sin corona de la Fórmula 1.
En todos esos casos el piloto que acabó el primero en la clasificación final no era considerado el mejor de los que competían ese año pero aún así consiguió ganar el campeonato porque el factor humano es sólo uno de los muchos que intervienen en un deporte tan complejo como es el automovilismo. Que ninguno de ellos lograran repetir éxito en años posteriores probablemente confirma que no eran los mejores pero no por ello dejaron de ser grandes pilotos y merecedores de un título que no puede ganar nunca un mediocre. Otra cosa es que entre los muy buenos pilotos que son todos los que ocupan los puestos de élite en la Fórmula 1 los haya que son excepcionales.
Queda por ver si la trayectoria futura de Lando Norris nos permitirá incluirlo en ese reducido grupo que cuenta en sus filas incluso con unos cuantos que nunca fueron campeones del mundo como Moss, Ronnie Peterson o el inolvidable Gilles Villeneuve. Eso sí, tengo muy claras dos cosas: los títulos no lo son todo pero quien gana aunque sólo sea uno se lo ha merecido siempre.