BAILANDO CON LOTUS

Lombard RAC Rally 1980: La victoria de Henri Toivonen y Paul White con el Talbot Sunbeam Lotus.

En la década de los setenta participar con un Ford Escort era poco menos que condición indispensable para aspirar al triunfo en el RAC rally, la prueba del mundial que se celebraba cada año a finales de temporada en Gran Bretaña. Del 1973 al 1979 todos los ganadores de la prueba británica se impusieron al volante de un coche de la marca del óvalo. Seis de esas victorias fueron logradas por pilotos escandinavos, con tres para el finlandés Timo Makinen, dos para su compatriota Hannu Mikkola y una para el sueco Björn Waldegard. Las dos restantes las consiguió el ídolo local, Roger Clark, único capaz de hacer frente en los deslizantes tramos forestales de la isla a los prodigiosos ases nórdicos y su innata capacidad para conducir sobre terreno cuanto más resbaladizo mejor.


Sin embargo, en 1980 las cosas iban a cambiar. Y no sólo porque empezase una nueva década. El mundo de los rallyes estaba a punto de sufrir una auténtica revolución y con el ‘Lombard RAC Rally’ de aquel año se iba a cerrar una época. El futuro estaba a la vuelta de la esquina, se llamaba ‘tracción total’ y llegaba de la mano de una marca sin apenas presencia en la especialidad hasta entonces, Audi.

Pero antes de que se produjese la revolución ‘quattro’ quedaba por disputarse una nueva edición de la prueba británica. Una competición que era poco menos que un mundial dentro del mundial. Un clásico que todos querían ganar, independientemente de que el resultado tuviese o no importancia para el campeonato. De hecho, aquel año no la iba tener en absoluto, con los títulos de marcas y pilotos ya decididos a favor de FIAT y su jefe de filas, el extraordinario Walter Rörhl, que no acudían a la prueba. En todo caso, la ausencia del equipo italiano y su máxima estrella no disminuía lo más mínimo el atractivo de la competición ni el altísimo nivel de participantes que se daban cita en Bath para afrontar el recorrido. Una ruta larga y dura, con nada menos que setenta tramos cronometrados, repartidos en dos etapas a disputar a lo largo de cuatro jornadas, entre los que había de todo. Desde las lentas y reviradas especiales a disputar en fincas privadas (las denominadas ‘Mickey Mouse’) hasta rápidos sectores en famosos circuitos como Silverstone o Donnington y, sobre todo, largas, sinuosas y casi siempre muy embarradas pruebas en caminos forestales.

Estas últimas eran, en realidad, la esencia del rally y el lugar en el que cada año se decidía la competición. Cómo, además, los reconocimientos previos estaban prohibidos y el trazado era secreto, la capacidad de improvisación y la experiencia en los rallyes británicos eran otro factor clave para triunfar en la cita final del año, una de las más peculiares de la temporada y, probablemente, la más impredecible dentro de lo siempre impredecibles que eran los rallyes entonces.


Aún así, con la presencia en la línea de salida de potentes escuadras de Ford, Opel, Triumph, Vauxhall y Datsun, con sus competitivos modelos de grupo 4 pilotados por la flor y nata de la especialidad, pensar que la victoria final fuese a acabar en manos de un joven de apenas 24 años de edad que pilotaba un coche del grupo 2, sonaba a quimera incluso para los propios componentes de la pequeña pero aguerrida formación que presentaba Talbot. Dirigido por el experto Des O’Dell, el equipo de la marca francesa era, en realidad, muy británico en lo que respecta a su base, en la industriosa Coventry, organización y procedencia de los vehículos. Se trataba de los pequeños Sunbeam equipados con motor Lotus. Un propulsor de 2.2 litros y cuatro cilindros en línea, procedente del 2 litros utilizado en el modelo Elite de la famosa marca fundada por Colin Chapman que, con la experiencia de su equipo de Fórmula 1 como aval, había conseguido convertir al inicialmente anodino turismo de formas cuadradas, procedente de los venerables Hillman Avenger, en un coche de imagen y prestaciones más agresivas y apetecibles.


Además de producir y preparar el motor, Lotus se encargó de montar los vehículos en unas instalaciones cerca de su sede de Hethel con las carrocerías enviadas por Talbot. Y a partir del modelo de calle nació, en 1979, una versión de competición (homologada en el grupo 2), con suspensiones revisadas, vistosos aletines para cubrir las vías ensanchadas (que montaban neumáticos de mayor sección sobre llanta de 14”) y una robusta y eficaz caja de cambios ZF de relación cerrada para transmitir al eje trasero los más de 200 caballos extraídos del motor situado en la parte delantera. Una arquitectura típica de la época, que triunfaba en los Ford Escort, los FIAT 131 Abarth, los Opel Ascona o los Vauxhall Chevette, precisamente algunos de los modelos contra los que el trío de Talbot Sunbeam Lotus presentes en el Lombard RAC Rally se iban a enfrentar en aquel lluvioso noviembre británico de 1980. Ganarles a todos ellos se antojaba más que complicado, pero el veterano jefe de equipo confiaba en la fiabilidad de sus coches y pensaba que, a poco que surgiera la ocasión, si sus chicos no hacían ninguna tontería podrían lograr un buen resultado con aquellos pequeños vehículos, a los que acompañaba un igualmente pequeño, pero muy bien entrenado, equipo de mecánicos en labores de asistencia.


Dos de los coches lucían la discreta decoración blanca con franja longitudinal azul celeste, adornada por la concha de Shell, del equipo oficial Talbot. Sus pilotos eran el veterano francés Guy Frequelin, que en su juventud había alternado los rallyes con los circuitos y era especialmente rápido en los tramos de asfalto pero totalmente novato en lo que se refiere a la prueba británica, con su recorrido secreto sobre caminos de tierra, y el jovencísimo pero extraordinariamente veloz Henri Toivonen, un finlandés, hijo de aquel Pauli Toivonen que había sido declarado ganador de un Montecarlo pese a terminar por detrás de los increíbles Minis… hasta que los muy estrictos comisarios técnicos galos decidieron que sus faros no eran conformes y los descalificaron dejando el triunfo, casualidades de la vida, en poder del muy francés Citröen DS ‘tiburón’ del as nórdico.

Años después de aquel controvertido episodio, el joven vástago de Pauli pilotaba precisamente un pequeño coche inglés, lejano heredero de aquellos gloriosos Mini ‘vitaminados’ por otra marca de Fórmula 1, Cooper. Al volante del Sunbeam Lotus, Henri causaba sensación por su rapidez. Pero carecía de experiencia y solía dejarse llevar por su entusiasmo juvenil, lo que se traducía tanto en espectaculares cronos, superando con descaro a monturas más potentes, como en algún que otro no menos espectacular accidente que dejaba maltrecha su montura. Así que, con la doble labor de guiarlo a través de los intrincados bosques británicos y controlar su natural tendencia a arriesgar más de la cuenta, algo fatal en un rallye tan largo y complicado, Henri era copilotado en el RAC por el experto Paul White.


El joven Henri Toivonen era muy rápido pero tenía tendencia a cometer errores

El tercer Sunbeam Lotus en liza mostraba una imagen mucho más llamativa que los dos coches oficiales gracias al vistoso amarillo de su patrocinador principal, la empresa de aparatos calefactores ‘Andrews Heat for Hire’, surcado por las líneas rojas, azules y verdes de los lubricantes Castrol. A sus mandos competía todo un clásico de los rallyes británicos, Russell Brookes, campeón nacional en 1977 y en el podium de las tres anteriores ediciones del RAC… eso sí, al volante del inevitable Ford Escort MKII.


Precisamente los poco menos que imbatibles Escort dominaban los primeros escarceos del rally, cuyo escenario eran las cortas e intrincadas especiales ‘Mickey Mouse’ trazadas en circuitos, parques y jardines privados para incentivar la presencia de espectadores en la jornada dominical con la que se iniciaba la prueba. Con uno de los clásicos MKII de Ford lideraba inicialmente Tim Brise, hermano de la gran promesa truncada del automovilismo británico a mediados de aquella década, el piloto de Fórmula 1 Tony Brise, una de las víctimas del fatal accidente de avioneta que acabó también con la vida de Graham Hill y la mayoría de componentes de su equipo a finales de 1975. De todas formas, el liderato de Tim iba a ser tan corto como la longitud de los tramos sobre los que lo había logrado. Un cortocircuito en el sistema eléctrico de su Ford le retrasaba ya en la quinta especial, dejando la primera plaza en manos de Anders Kullang y su Opel Ascona 400 oficial.

A diferencia de Brise, un entusiasta privado que aprovechaba los tramos iniciales para dejarse ver en la parte alta de la tabla pero no contaba realmente en la lucha por la victoria, el sueco si que era un candidato serio al triunfo. Así que a nadie sorprendía ver como tomaba el mando por delante de otros favoritos, como los finlandeses Hannu Mikkola y Ari Vatanen, al volante de sendos Escort semioficiales del preparador David Sutton, o del británico Tony Pond, que pilotaba el espectacular Triumph TR7. Un coupé biplaza de afiladas formas, que pronto se arrugaban de forma notable cuando un exceso de optimismo de su piloto acababa con el coche impactando de lleno contra el recinto de los leones (afortunadamente vacío) que formaba parte del tamo inicial, disputado en el interior del Safari Park de Longleat.

Curiosamente, Pond había sido, el año anterior, el piloto encargado de evolucionar inicialmente el Sunbeam Lotus con el que su joven sucesor en el equipo, Henri Toivonen, se iba acercando a los puestos de cabeza a medida que pasaban las especiales. Y mientras su más veterano antecesor al volante del Talbot estaba casi más tiempo fuera que dentro de la carretera, cometiendo error tras error, el mucho menos experto finlandés se mostraba sorprendentemente sólido y circunspecto en esos peligrosos tramos del domingo, convertidos por la pertinaz lluvia en pistas de patinaje, los de asfalto, y en deslizantes lodazales, los de tierra. Un terreno en el que había mucho más a perder que a ganar.


Porque como todo el mundo sabía, el rallye de verdad no empezaba hasta que no se llegaba más al norte, a los tramos forestales de la zona de Yorkshire. Caía la noche cuando comenzaba el primero realmente largo y significativo, el de Hamsterley. Algo más de 25 resbaladizos kilómetros llenos de trampas acechando en la oscuridad. Un terreno que White, el copiloto de Toivonen, conocía muy bien y en el que decidía que ya era el momento de soltar las riendas del potro desbocado que era su piloto, a quien había atado bien corto en los tramos iniciales. Libre por fin de pisar a fondo como a él le gustaba, Henri se lanzaba al ataque y marcaba un crono estratosférico, medio minuto mejor que nadie. Era justo lo que el piloto y el copiloto del Sunbeam Lotus con el número 16 en las puertas necesitaban para saber que en aquel rallye podían tener opciones de algo más que dar espectáculo pero tener que conformarse con un puesto secundario en la clasificación. O, peor aún, acabar abandonando a causa de algún golpe. Porque Toivonen, pese a la enorme diferencia lograda sobre sus rivales en aquella especial, no había pilotado por encima del límite que le marcaba White. Guiado con decisión por su joven piloto, el pequeño coche había avanzando de modo fluido y perfecto, siempre bajo control pese a la enorme velocidad de su paso por un tramo tan complejo.


A continuación venían las temibles especiales escocesas del bosque de Kielder, con su reputación de rompe coches. Una zona siempre durísima, en la que cometer un error era casi tan fácil como sufrir una avería, dado lo inclemente del terreno. Algo que comprobaban unos cuantos de los aspirantes a las primeras plazas. El siempre exuberante Ari Vatanen, que nada más empezar la prueba ya había dejado marcas de su ímpetu en la carrocería de su Escort, decorada con las inconfundibles bandas tricolores de Rothmans, acababa dando un par de volteretas fuera de la carretera. Los plateados Vauxhall Chevette de Jimmy McRae y Pentti Airikkala también se quedaban por el camino: el del escocés tras salirse del mismo, el del finlandés a causa de una rotura de palier. El segundo Opel oficial, pilotado por Johansson, abandonaba con su inicialmente inmaculada carrocería blanca totalmente sucia y deformada después de un golpe. Los Saab de Blomqvist y Stromberg no aguantaban el ritmo, con rotura de su revolucionario motor turbo en el de Stig y problemas de caja de cambios en el de Ola. El Datsun de Salonen y el Triumph de Eklund eran otros dos que se detenían con sus propulsores averiados.


Y mientras todo esto ocurría, ni Toivonen cometía el más mínimo error ni la mecánica de su Talbot Sunbeam Lotus titubeaba en absoluto. Seis scratchs, entre ellos el del último tramo del día, completaban el botín de un Henri cada vez más convencido de sus posibilidades de luchar por la victoria. Unas opciones que no eran ya una quimera. El lunes por la noche, al final de la larguísima primera etapa, compuesta por treinta y cuatro tramos (de los treinta y siete previstos se habían tenido que anular tres), el joven finlandés se iba a dormir en la tercera posición, por detrás sólo del Opel de Kullang, del que le separaba apenas minuto y medio, y de otro sueco, el gran Björn Waldegard, que situaba el Toyota Celica oficial a un puñado de segundos del líder. Además, para satisfacción del jefe de equipo de Talbot, Des O’Dell, los otros dos Sunbeam Lotus, pilotados por Brookes y Frequelin, estaban realizando también un rallye muy notable y completaban la jornada entre los diez primeros de la general; quinto el del británico, sexto el del francés. Por delante de ambos, Mikkola, pese a haber perdido casi cuatro minutos después de cometer un par de errores inusuales en un piloto de su experiencia, era cuarto con el único Ford Escort que se mantenía en lucha por la victoria.


CLASIFICACIÓN TRAS LA 1ª ETAPA: Bath - Windermere - 34 tramos - 372,5 kilómetros cronometrados

Pos. Piloto Copiloto Coche Tiempo
1 ANDERS KULLANGSWE BRUNO BERGLUNDSWE OPE 4:14.31 (1º Grupo 4)
2 BJÖRN WALDEGAARDSWE HANS THORZELIUSSWE TOY a 1:13
3 HENRI TOIVONENFIN PAUL WHITEGBR TAL a 1:34 (1º Grupo 2)
4 HANNU MIKKOLAFIN ARNE HERTZSWE FOR a 4:16
5 RUSSELL BROOKESGBR PETER BRYANTGBR TAL a 10:48
6 GUY FREQUELINFRA JEAN TODTFRA TAL a 10:59
7 LEIF ASTERHAGSWE ANDERS GULLBERGSWE TOY a 12:29
8 TIMO MAKINENFIN MARTIN HOLMESGBR FOR a 13:03
9 ANDY DAWSONGBR KEVIN GORMLEYGBR DAT a 16:15
10 TERRY KABYGBR DAVE WHITTOCKGBR VAU a 18:02

La segunda mitad del RAC de 1980 comenzaba a media mañana de un martes inusualmente soleado para aquellas latitudes a mediados de noviembre. De todas formas, la lluvia caída con insistencia las jornadas anteriores empapaba los caminos de tierra y la adherencia iba a ser igual de precaria que el día anterior, con los coches luchando por encontrar algo de tracción sobre el barro. Además, para empezar los participantes tenían un programa doble de cuidado, los dos tramos de Grizedale. El primero era el sur, el más corto. Pero sus algo menos de diez kilómetros ya daban un aviso de lo que estaba por venir. Mientras Toivonen lograba el mejor tiempo, Kullang sufría un pinchazo que le costaba unos preciosos segundos. No era nada comparado con el vuelco total a los puestos de cabeza que se iba a producir en el más largo Grizedale North. El líder era víctima de dos pinchazos más en su Opel Ascona, ambos en el eje trasero, y no tenía más remedio que detenerse para montar al menos una rueda sana que le permitiera seguir avanzando a paso lento hasta alcanzar la meta de la especial con más de un cuarto de hora perdido. El segundo clasificado, Björn Waldegard, cruzaba la línea de llegada a duras penas, con el escape de su Toyota Celica soltando una espesa nube de humo azulado que delataba una irreparable avería de motor. Justo tras él herido coupé japonés del piloto sueco, aparecía a toda velocidad el Talbot Sunbeam Lotus de Henri Toivonen. El finlandés marcaba el segundo mejor tiempo, apenas unos segundos peor que el logrado instantes después por Mikkola, y pasaba a ocupar oficialmente la segunda plaza, por detrás de Waldegard. Un segundo puesto que, en realidad, era ya un liderato virtual, toda vez que el piloto de Toyota no iba a poder ir más allá del control stop en el que había detenido su vehículo, con el propulsor roto.

De todas formas, quedaba todavía mucho rallye y lo ocurrido en los dos Grizedales demostraba que cualquier cosa podía pasar en las 32 especiales aún por recorrer. Además, la segunda plaza tras Toivonen la ocupaba nada más y nada menos que el ganador los dos años anteriores, Hannu Mikkola, con su inconfundible Ford Escort azul patrocinado por las carretillas elevadoras ‘Eaton Yale’. Apenas minuto y medio separaban al dúo de finlandeses, la joven promesa y el consagrado campeón, en un terreno que el segundo conocía como pocos. Si había que apostar por un ganador, lo lógico era decantarse por el experto Mikkola en lugar de por el novato Toivonen. “Antes o después cometerá un error”, pensaban la mayoría respecto al joven líder.

Sin embargo, el fallo no se producía. Henri mantenía un ritmo altísimo y pronto la diferencia con el segundo no sólo no empezaba a reducirse si no que era cada vez mayor. Volvía la lluvia, la tarde avanzaba y daba paso a la última noche del rallye, en los muy resbaladizos tramos galeses, con el Talbot Sunbeam Lotus número 16 liderando siempre la clasificación general, pese a algunos mejores parciales aquí y allá de Mikkola o de un enrabietado Kullang, que trataba de recuperar en lo posible la gran cantidad de tiempo perdido en su desventura del inicio de la jornada.

Entonces era cuando Toivonen remataba la faena, ofreciendo un auténtico festival en forma de seis scratchs consecutivos, rematados con un segundo puesto tras su compañero Frequelin bajo la espesa niebla de ‘Esgair Dafydd’, que sentenciaban el rallye. Porque a esas alturas ya nadie pensaba que el joven finés fuese a fallar. Al contrario, la seguridad con la que balanceaba el pequeño Sunbeam Lotus entre curva y curva, abanicándolo a la entrada de cada viraje para salir en perfecto derrapaje, mientras las ruedas traseras levantaban tanta tierra, barro y piedras a su paso como vítores de admiración del entregado público, dejaba bien claro que Toivonen iba a ganar. Y lo iba a hacer, además, con claridad y sin el más mínimo atisbo de error. Su jefe podía estar tranquilo, el muchacho no sólo no iba a hacer ninguna tontería si no que estaba dominando como un veterano pese a tener apenas 24 años. A su lado, Paul White hacía mucho que había dejado de preocuparse por los posibles excesos de su joven piloto. Al contrario, asistir de cerca a tal demostración de talento y habilidad, con las manos manejando el volante con absoluta precisión mientras los pies danzaban sin parar entre los pedales, era todo un privilegio del que disfrutaba en asiento de primera fila.


Cuando amanecía, Mikkola ya estaba a más de cuatro minutos y resignado a completar con una segunda posición su carrera con Ford, antes de embarcarse en la nueva aventura con Audi y su revolucionario Quattro. Restaban todavía una decena de especiales, así que Toivonen y White decidían que ya no era necesario seguir atacando. Mejor tomarse con calma lo que faltaba y dejar que sus compañeros de equipo, Frequelin y Brookes, se repartieran los parciales camino de un fantástico resultado de conjunto para los Sunbeam Lotus. Además, ambos luchaban por el tercer escalón del podio, que finalmente lograba el francés por menos de un minuto sobre el británico. Eso sí, ambos terminaban a casi un cuarto de hora de aquel extraordinario joven con el que compartían asistencia, maravillados por los cronos que era capaz de lograr con ese pequeño Talbot como el que ellos también habían exprimido al máximo durante cuatro largos días de competición.


Cuatro días, con tres largas noches de rallye incluidas, que terminaban con el ansiado retorno, el miércoles, al punto de partida del domingo, el centro de Bath. El primero en pasar por el arco de llegada era un inmaculado Talbot Sunbeam Lotus, con el número 16 en las puertas y ni un rasguño en su blanca carrocería pese a haber estado toda la semana bailando entre árboles y rocas, muros y cunetas. Su piloto, un joven finlandés de lacio pelo negro y mirada resuelta, lo había hecho danzar a un ritmo frenético pero había mantenido siempre el control. Como el bailarín o el patinador que lanza a su pareja al alto, o la hace girar a toda velocidad, pero siempre la recoge con dulzura en el último momento, justo antes del impacto contra el suelo que parece inevitable, y transforma ese instante de incertidumbre en otro fluido movimiento más hacia el siguiente paso de una interpretación memorable.


CLASIFICACIÓN FINAL TRAS LA 2ª ETAPA: Windermere-Bath - 33 tramos - 320,9 kilómetros cronometrados

Pos. Piloto Copiloto Coche Tiempo
1 HENRI TOIVONENFIN PAUL WHITEGBR TAL 8:17.33 (1º Grupo 2)
2 HANNU MIKKOLAFIN ARNE HERTZSWE FOR a 4:36 (1º Grupo 4)
3 GUY FREQUELINFRA JEAN TODTFRA TAL a 13:51
4 RUSSELL BROOKESGBR PETER BRYANTGBR TAL a 14:43
5 ANDERS KULLANGSWE BRUNO BERGLUNDSWE OPE a 16:14
6 TIMO MAKINENFIN MARTIN HOLMESGBR FOR a 26:08
7 TONY PONDGBR FRED GALLAGHERGBR TRI a 29:10
8 ANDY DAWSONGBR KEVIN GORMLEYGBR DAT a 30:35
9 BROR DANIELSSONSWE DAVID BOOTHGBR FOR a 12:29
10 GEORGE HILLGBR RON VARLEYGBR VAU a 41:07
hasta 47 clasificados
Posiciones en los tramos
Piloto Coche
KULLANG OPE 24 15 11 5 5
TOIVONEN TAL 19 7 11 5 3
MIKKOLA FOR 10 12 7 10 5
POND TRI 5 3 18 6 4
VATANEN FOR 5 1 - 2 -
WALDEGAARD TOY 4 6 7 3 4
BROOKES TAL 3 4 3 9 9
FREQUELIN TAL 2 3 5 8 7
ELSMORE VAU 2 1 1 1 -
EKLUND TRI 1 4 1 5 4
VAN DER MERWE FOR 1 - 1 - 3
SALONEN DAT 1 - 1 - 1
BLOMQVIST SAA 1 1 1 1 -
BRISE FOR 1 - - - -
Líderes sucesivos
TC1 a TC4: BriseFOR TC5 a TC38: KullangOPE TC39 a TC70: ToivonenTAL

Indudablemente había nacido una estrella justo cuando se acababa una era. El triunfo de Toivonen con el Sunbeam Lotus en el RAC de 1980 supuso el lanzamiento definitivo a la élite de los rallyes del piloto finlandés, que se convirtió en el más joven ganador de una prueba del mundial. Un record que duró cerca de 28 años, hasta que otro prodigio llegado de la tierra de los 1000 lagos, Jari-Matti Latvala, superó la marca ganando el rallye de Suecia del 2008 con poco más de 22 de edad.

Además, la victoria de Toivonen en el rallye británico de 1980 también significó la consagración del Talbot con motor Lotus como un coche capaz de batir a los grupo 4 que habían dominado la década de los setenta. De hecho, aunque en 1981 los nuevos Audi ya eran muy superiores al compacto grupo 2, que tampoco podía competir en velocidad pura, en según que terrenos, con los Opel Ascona 400, los nuevos R5 Turbo o los veteranos pero aún competitivos Ford Escort MKII y FIAT 131 Abarth, su extraordinaria fiabilidad, la rapidez de Toivonen y la consistencia de su compañero de equipo, Guy Frequelin, llevaron a la pequeña formación británica a conseguir un inesperado triunfo en el Campeonato del Mundo de constructores por delante de los japoneses de Datsun, cuyos robustos Violet dominaron las pruebas africanas pero no fueron tan temibles en las europeas. Un auténtico milagro que no se volvería a repetir. En los siguientes años, los 4×4 y los turbo serían cada vez más numerosos, más rápidos y más fiables, y los equipos que los alineaban contarían cada vez con más medios y mayores presupuestos. El título de marcas logrado por la pequeña formación de Talbot en 1981 sería el último que conseguiría en el mundial de rallyes un coche de dos ruedas motrices y motor atmosférico.